Intentaría mostrar que, a pesar de las diferencias entre estos dos grandes debates (directos o indirectos, explícitos o implícitos), los malentendidos giran siempre alrededor de la interpretación y la posibilidad misma del malentendido, del concepto de malentendido, como también del disenso, del otro, y de la singularidad del acontecimiento, pero entonces, y en consecuencia, de la esencia del idioma, de la esencia de la lengua, más allá de su indenegable y necesario funcionamiento, más allá de su inteligibilidad comunicativa. Los malentendidos mismos a este respecto están ya pasados, pasan incluso por efectos de idioma que no son solamente lingüísticos, sino tradicionales, nacionales, institucionales —a veces también idiosincrásicos y personales, conscientes o inconscientes—. Si estos malentendidos sobre el malentendido parece hoy en día que están apaciguándose, si no disipándose totalmente, en una atmósfera de reconciliación amistosa, no hay sólo que rendir homenaje al trabajo, a la lectura, a la buena fe, a la amistad de unos y otros, a menudo de los más jóvenes filósofos de este país. Hay que tener en cuenta la conciencia creciente de responsabilidades políticas a compartir ante el porvenir: discusiones, deliberaciones y decisiones políticas, pero también acerca de la esencia de lo político, acerca de las nuevas estrategias a inventar, acerca de las tomas de partido en común, acerca de una lógica e incluso de las aporías de una soberanía (estatal o no) que no se puede ni acreditar ni simplemente desacreditar, ante las nuevas formas del capitalismo y del mercado mundial, ante una nueva figura infiel de la fidelidad...
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Nunca ha sido más urgente otro pensamiento: un pensamiento que implique una crítica desconstructiva desengañada, despierta, vigilante, atenta a todo aquello que, a través de la estrategia más acreditada, a través de la mejor legitimada de las retóricas políticas, de los poderes mediáticos y teletecnológicos, de los movimientos de opinión espontáneos u organizados, solda la política con la metafísica, con las especulaciones capitalistas, con las perversiones del afecto religioso o liberal, incluso con el fantasma soberanista, sin duda, cuando en todas las frentes hay que decirlo demasiado deprisa pero no atrevendose a mantenerlo con firmeza, en todas las frentes, pero fuera de toda proporción posible...
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