quinta-feira, 22 de agosto de 2019

Fragmento 6

DEL ESPÍRITU.
HEIDEGGER Y LA PREGUNTA.
JACQUES DERRIDA

Traducción de Manuel Arranz (modificada por Horacio Potel). Edición digital de Derrida en castellano.


El ensalzamiento corresponde propiamente, literalmente, a una exaltación de lo espiritual. Es una elevación. No se trata únicamente del tono kerygmático, de la proclamación o de la declamación; sino de una exaltación en la que se declara y se erige lo más alto. Como ha sucedido siempre, lo profundo y lo altivo se alían en lo más alto: lo más alto de aquello que guía a los guías espirituales de die hohe Schule y la profundidad de las fuerzas de tierra y de raza. Pues es precisamente en ellas en lo que consiste el mundo espiritual. Y si hay algo claro en esta exaltación, es que el espíritu ya no tiene el sentido de la subjetividad metafísica. Ninguna contradicción, desde este punto de vista, con Sein und Zeit. El espíritu no pertenece a la subjetividad, al menos en su forma física o egológica, pues no es seguro que el tosco voluntarismo de ese Discurso no siga preso en la susodicha época de la subjetividad.

10 comentários:

  1. Pero volviendo al Discurso, y para continuar siguiendo el rastro de la pregunta y de su privilegio, insistiré sobre este punto: la unión, el guión entre espíritu e historia juega un papel muy significativo en un pasaje que hace del Fragen la asignación misma del espíritu. La pregunta es pregunta del espíritu o no es:



    Este concepto originario de ciencia obliga no sólo a la «objetividad» («Sachlichkeit»), sino, ante todo, a que sea esencial y sencillo el cuestionar (des Fragens) en medio del mundo histórico-espiritual del pueblo (inmitten der geschichtlich-gestigen Welt des Volkes). Más aún, sólo desde ahí es posible fundar auténticamente la objetividad, esto es, delimitar cuál es su tipo y cuáles sus límites (ibid.).

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  2. Su discurso es ante todo el de la respuesta y la responsabilidad. Responsabilidad propiamente asumida, incluso reivindicada ante diferentes instancias. Éstas están todas asociadas entre sí, en tanto en cuanto se unan al espíritu. El espíritu escribe su guión de unión. Un guión con el mundo, la historia, el pueblo, la voluntad de esencia, la voluntad de saber, la existencia del Dasein en la experiencia de la pregunta.

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  3. Esta responsabilidad se ejerce, no obstante, siguiendo una estrategia. Retorcida, o al menos doble, la estrategia puede siempre reservar más de una sorpresa a aquel que cree controlarla.

    Por una parte, Heidegger confiere así la legitimidad espiritual más tranquilizadora y más elevada a todo aquello y a todos aquellos con los que se compromete, a todo lo que garantiza y consagra de este modo a semejante altura. Podría decirse que espiritualiza el nacionalsocialismo. Y podría reprochársele, como él reprochará más tarde a Nietzsche el haber exaltado el espíritu de venganza en un «espíritu de venganza espiritualizado al extremo» (ein höchst vergeistigter Geist der Rache).[xxxvi]

    Pero, por otra parte, corriendo el riesgo de espiritualizar el nazismo, tal vez quiso rescatarlo o salvarlo estigmatizándolo con esa afirmación (la espiritualidad, la ciencia, el cuestionamiento, etc.). Todo esto, al mismo tiempo, demarca el compromiso de Heidegger y suspende una adhesión. Este discurso parece no pertenecer ya únicamente al terreno «ideológico» en el que se convocan fuerzas obscuras, fuerzas que no serían espirituales, sino naturales, biológicas, raciales, de acuerdo con una interpretación, no precisamente espiritual, de «tierra y raza».

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  4. ¿Cuál es el precio de esta estrategia? ¿Por qué se vuelve fatalmente contra su «sujeto», si puede decirse así, que es precisamente como debe decirse? Porque uno no puede demarcarse del biologismo, del naturalismo, del racismo en su forma genética, uno no puede oponerse a ellos más que reinscribiendo el espíritu en una determinación oposicional, haciendo de él de nuevo una unilateralidad de la subjetividad, aunque sea en su forma voluntarista. La coacción de este programa sigue siendo muy fuerte. Gobierna la mayoría de los discursos que, hoy en día y seguramente por mucho tiempo todavía, se oponen al racismo, al totalitarismo, al nazismo, al fascismo, etc., y lo hacen en nombre del espíritu, incluso de la libertad del espíritu,[xxxvii] en nombre de una axiomática -por ejemplo la de la democracia o la de los «derechos humanos»- que, directa o indirectamente, desemboca en esa metafísica de la subjetividad. Todas las trampas de la estrategia demarcadora pertenecen a este mismo programa, no importa el lugar que ocupen. Sólo puede elegirse entre las aterradoras contaminaciones que el programa establece. Y aunque todas las complicidades no sean equivalentes, son irreductibles. La cuestión de saber cuál es la menos grave de estas complicidades se plantea siempre, nunca se insistirá suficientemente sobre su urgencia y su gravedad, pero no suprimirá jamás la irreductibilidad de este hecho. Este «hecho», por descontado, no es únicamente un hecho. En principio, y aunque sólo fuera por eso, porque de hecho todavía no ha tenido lugar el hecho: exige más que nunca, después de los desastres pasados, y por lo que pudiera suceder, responsabilidades de «pensamiento» y de «acción» absolutamente inéditas. Y esto es lo que deberemos intentar designar, o incluso nombrar y empezar a analizar aquí.

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  5. En el Discurso del Rectorado no se corre únicamente este riesgo. Si su programa parece diabólico es porque, sin que haya aquí nada fortuito, capitaliza lo peor, a saber, los dos males a la vez: la caución con respecto al nazismo y el gesto todavía metafísico. Este equívoco se debe también, tras la trampa de las comillas de las que nunca tendremos la medida justa (siempre hay demasiadas o demasiado pocas), a que el Geist está permanentemente asediado por su Geist: un espíritu, dicho de otro modo, tanto en francés como en alemán, un fantasma sorprende siempre cuando aparece [à revenir] como ventrílocuo de otro. La metafísica regresa [revient] siempre, en el sentido de que resucita, [je l’entends au sens du revenant] y el Geist es la figura más fatal de esta resurrección. [revenance] El doble que no podemos nunca separar del uno. [simple]

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  6. Del mismo modo que, a pesar de la sorpresa, del levantamiento del telón o la retirada de las comillas, el Discurso insiste y confirma lo esencial de Sein und Zeit, la Einführung (1935) repite la invocación del espíritu lanzada en el Discurso. Insiste en ella, la explica, la extiende, la justifica, la precisa, la rodea de precauciones inéditas.

    La retórica, evidentemente, no es la de un tratado como Sein und Zeit, ni la de un discurso inaugural y enfático, como el Rektorats Rede. Se trata de un discurso didáctico que participa de los dos géneros a la vez. Lo mismo que en 1933, tampoco ahora rehabilita el concepto de espíritu deconstruido en Sein und Zeit. Pero es todavía en nombre del espíritu, de aquel que guía en la resolución hacia la pregunta, la voluntad de saber y la voluntad de esencia, como el otro espíritu, su doble malo, el fantasma de la subjetividad se encuentra conjurado por vía de la Destruktion.

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  7. Esta duplicidad ¿se confunde con la equivocidad o la ambigüedad que recuerda Heidegger al principio de la Introducción, cuando habla de la Zweideutigkeit en la que se mantiene «toda forma esencial del espíritu»?[xxxviii] Cuanto más singular es una cara del espíritu, más tentado está uno a dejarse engañar por ella, por comparación y por confusión. Ahora bien, la filosofía es una de las formas esenciales del espíritu: independiente, creadora, rara entre las posibilidades y las necesidades del Dasein humano en su historialidad. En razón mismo de su esencial rareza, una singularidad exige siempre las equivocaciones, como la Zweideutigkeit exige la Missdeutung. La primera falsa interpretación consiste en exigir en principio, conocemos bien este programa todavía hoy, que la filosofía procure al Dasein y a la época de un pueblo los fundamentos de una cultura, después en denigrar a la filosofía cuando deja de servir desde este punto de vista y deja de servir a esa cultura. Segunda expectativa, segunda equivocación: esta cara del espíritu, la filosofía, debe procurar por lo menos sistema, sinopsis, visión del mundo (Weltbild), mapamundi (Weltkarte), una especie de compás de orientación universal. Si la filosofía no puede fundar la cultura, que aligere al menos y facilite el funcionamiento técnico-práctico de las actividades culturales, que alivie también a la ciencia descargándola de una reflexión epistemológica sobre sus presupuestos, sus conceptos y sus principios fundamentales (Grundbegriffe, Grundsütze). ¿Qué se espera del filósofo? que sea el funcionario de lo fundamental. Más actuales que nunca, estos malentendidos son perpetrados, observa Heidegger (¿y quién se atreverá a negárselo?), por los profesores de filosofía.

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  8. Y puesto que nada lo precede, lo ductivo espiritual no tiene ductor; rompe así el círculo de la reflexión vacía que amenazaba a la pregunta por el ser en su formulación fundamental: «¿Por qué hay ente y no más bien nada?» Esta era la primera frase del libro. La máquina reflexiva corría el riesgo de girar sobre sí misma al infinito con la pregunta por la pregunta: ¿por qué el por qué? etc. Heidegger habla más bien de un salto (Sprung) de la pregunta. El salto hace surgir, libera el surgimiento originario (Ursprung) sin que tenga que introducirse en la pregunta nada más que una guía ya cuestionante: el espíritu mismo. Éste despierta, se despierta antes bien -más bien antes- desde la Vor-fragen de la Führung. Nada hace presagiar esta potencia de despertar, en su libertad y su resolución (Entschlossenheit). Lo que viene antes y delante, lo que previene y pregunta ante todo (vor), es el espíritu, la libertad del espíritu. Como Führer, está en camino, delante, en vanguardia, antes que cualquier política, cualquier psicagogía, cualquier pedagogía.

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  9. Naturalmente puede extenderse al Partido lo que Heidegger dice, para excluirlas, de la Escuela como escolástica, aprendizaje técnico o formación profesional. Sin duda no es fácil entender lo que puede significar una Führung que manda, exige o dirige sin séquito, obediencia o audiencia de ninguna clase. Por espiritual que sea, se dirá, deberá ante todo guiar. Evidentemente, contestaría Heidegger, pero si no es fácil entenderlo, es porque seguimos prisioneros de una lógica del entendimiento y no accedemos a esa libertad de la escucha, a esa fidelidad o a esa modalidad del seguir que no tendría nada que ver con el seguidismo de la Gefolgschaft. Tal vez. Por otra parte, si no se reduce demasiado a sus modalidades discursivas o a sus enunciados interrogativos, este preguntar pertenece de parte a parte, es decir esencialmente, a la voluntad y a la voluntad como voluntad de saber. «Fragen ist Wissen-wollen»

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  10. Heidegger denuncia por tanto una «decadencia espiritual» (geistige Verfall). Los pueblos están en trance de perder sus últimas «fuerzas espirituales». Esta última expresión aparece frecuentemente. El Verfall del espíritu sólo puede pensarse en relación con el destino del ser. Si la experiencia del espíritu parece, en el preguntar, proporcional al «peligro», el pueblo alemán, «nuestro pueblo», ese «pueblo metafísico» (das metaphysische Volk) por excelencia, es a la vez el más espiritual (cosa que Heidegger precisará claramente más adelante, al hablar del idioma) y el más expuesto al peligro. Pues está atenazado,[xli] en medio (in der Mitte) entre sus vecinos europeos, Rusia y América.[xlii] Él tiene la responsabilidad de la «gran decisión» (die grosse Entscheidung), que comprometerá el destino de Europa, el despliegue de «nuevas fuerzas espirituales a partir de ese centro» (neuer geschichtlich geistiger Kräfte aus der Mitte). Énfasis, emphasis: la palabra «espiritual» aparece, una vez más, subrayada, a la vez para marcar que ahí se encuentra la determinación fundamental de la relación con el ser y para conjurar una política que no fuera del espíritu. Se requiere un nuevo comienzo. Este comienzo es requerido por la pregunta «Wie steht es um das Sein?», ¿qué es lo que pasa con el ser? Y este comienzo, que es en principio un recomienzo, consiste en repetir (wiederholen) la historialidad espiritual de nuestra existencia (Anfang unseres geschichtlich-geistigen Daseins). El «nosotros» implícito en ese «nuestra»...,es el pueblo alemán. Me he precipitado hablando de un diagnóstico geopolítico donde el discurso no es ni el del conocimiento ni el de la clínica o la terapéutica. Pero la geopolítica nos trae de vuelta de la tierra y del planeta al mundo, y al mundo como mundo del espíritu. La geopolítica no es otra cosa que una Weltpolitik del espíritu. El mundo no es la tierra. Sobre la tierra sobreviene un obscurecimiento del mundo (Weltverdünsterung):[xliii] la huida de los dioses, la destrucción de la tierra, la masificación de los hombres, la preeminencia de la mediocridad.

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