JACQUES DERRIDA
Y, sin embargo, voy a tratar de demostrar que lo que permanece incuestionable, en la invocación del Geist por Heidegger, más que un abuso de autoridad, es la autoridad misma en su manifestación más extra-ordinaria. Pues en el idioma alemán, a este motivo del espíritu o de lo espiritual se le reconoce una extraordinaria autoridad. Precisamente en la medida en que no aparece en el primer plano de la escena, como si se sustrajera a cualquier destrucción o deconstrucción, como si no perteneciera a una historia de la ontología -y éste es precisamente el problema.
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Por otra parte, y éste es el segundo argumento, este motivo se inscribe, por regla general, en los contextos de un alto contenido político, en los momentos en que el pensamiento se preocupa más que nunca por eso que llamamos la historia, el idioma, la nación, el Geschlecht, el griego o el alemán. Este léxico, al que no tenemos derecho a llamar espiritualista, ni siquiera espiritual -¿espiritualizado tal vez?-, Heidegger recurre constantemente a él durante los años 1933-1935, sobre todo en el Discurso del Rectorado y en la Introducción a la metafísica y, más tarde, de manera distinta, en el Nietzsche. Pero en el curso de los veinte años siguientes, y con una inflexión que intentaré analizar, este mismo léxico imanta, por ejemplo, los seminarios o los escritos sobre Schelling, Hölderlin y, sobre todo, Trakl. Se le adjudica un valor temático, en cierto modo novedoso.
Veamos por fin mi tercer argumento preliminar: si no es ni temático ni atemático, si su modalidad requiere por tanto otra categoría, el pensamiento del Geíst y de la diferencia entre geistig y geistlich no se inscribe únicamente en los contextos de alto contenido político, como acabo de decir de manera precipitada y un poco convencional. Tal vez decida el sentido de lo político como tal y, en cualquier caso, determinaría el lugar de semejante decisión, si ésta fuera posible. De ahí la situación privilegiada, cuyo alcance no se ha medido todavía, de eso que llaman las cuestiones políticas, o de la política, que hoy en día animan tantos debates en torno a Heidegger. Suscitados de nuevo, en Francia, principalmente por Lacoue-Labarthe, en relación con las grandes cuestiones del ser y de la verdad, de la historia, del Ereignis, del pensamiento o de lo impensado, o, prefiero decirlo en plural, de los pensamientos o de los impensados de Heidegger.
JACQUES DERRIDA
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