Jacques Derrida - Economimesis
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Cada vez que volvemos a encontrar en este texto algo que asemeja a una metáfora discursiva (la naturaleza dice, dicta, prescribe, etc.. ), no son metáforas entre otras sino analogías de analogías, para decir que el sentido propio es analógico: la naturaleza es propiamente logos al que siempre hay que remontarse. La analogía es siempre lenguaje (L’analogie est toujours du langage).
Por ejemplo, leemos (al final del § 46) que “la naturaleza, a través del genio, prescribe (vorschreibe) no a la ciencia sino al arte”. El genio transcribe la prescripción y su Vorschreiben él lo escribe al dictado de la naturaleza, de la cual asume libremente la función de secretario. En el momento en que escribe, se deja literalmente inspirar por la naturaleza que le dicta, que le dice en la forma de órdenes poéticas lo que debe escribir y a su turno prescribir: y sin que comprenda verdaderamente lo que escribe. El genio no comprende las prescripciones que transmite, en todo caso no tiene ni el concepto ni la ciencia. “... el autor de un producto que se deba a su genio no sabe él mismo de donde le vienen las ideas y no tiene en su poder el concebirlas a voluntad o de acuerdo a un plan, ni comunicarlas a otros en preceptos (Vorschriften) que les permitan también producir (hervorbringen) productos (Producte) semejantes.” El genio prescribe pero bajo la forma de reglas no conceptuales que prohiben la repetición, la reproducción imitativa.
En el momento en el que libremente da ordenes al hombre, por la voz del genio, la naturaleza es ya, ella misma, un producto, la producción del genio divino. En el momento en que dicta, está ya en una situación análoga a la del genio humano que produce, además, una segunda naturaleza. La imaginación productiva tienen la potencia de crear, “de cierta manera” (gleichsam) “otra naturaleza” (Schaffung einir andern Natur)(§ 49) ... La analogía entre el genio que crea una segunda naturaleza al prescribir por ejemplo reglas a otros artistas, la primera naturaleza que dicta sus prescripciones al genio y Dios que crea la primera naturaleza y produce el arquetipo que servirá de ejemplo y de regla. Tal analogía jerárquica forma una sociedad del logos, una sociología del genio, una logoarquía. En todos los casos, a cada paso de la analogía, ello habla: Dios ordena, la naturaleza habla para transmitirle al genio, el genio más alto es el genio parlante, el poeta.
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Es el sin-fin que nos remite a nuestra interioridad (au-dedans de nous mêmes). Porque el afuera aparece sin fin, buscamos el fin dentro (au-dedans). Hay en ello como un movimiento de sustitución interiorisante, una suerte de succión (suçotement) por el cual, separados de lo que buscamos fuera, de un afuera cuya finalidad se ha suspendido, buscamos y damos adentro, de manera autónoma, no al hacer bromas vulgares (en nous lechant les babines), al mordernos los labios o al jugar a exagerar sino, lo cual no es totalmente otra cosa, al darnos ordenes a nosotros mismos, imperativos categóricos, al conversar entre nosotros gracias a esquemas universales, una vez que ya no provienen de fuera.
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Sin encontrar en la experiencia estética, que es primaria aquí, el fin determinado del cual estamos separados y que se encuentra muy lejos, invisible o inaccesible, allí, nos replegamos hacia el fin de nuestro Dasein. Este fin interior está a nuestra disposición, es nuestro, nosotros mismos, el nos llama y nos determina desde adentro, somos/estamos ahí (da) para responder a una Bestimmung, a una vocación de autonomía. El Da de nuestro Dasein, está ya determinado por este fin que se nos presenta, que nos presentamos a nosotros mismos como el nuestro y por el cual somos/estamos presentes a nosotros mismos, como lo que somos. Una existencia o una presencia (Dasein) libre, autónoma, es decir, moral.
Nuestro Da se llama así y pasa por la boca. El Da de Sein se da lo que no puede
consumir afuera, ni consumir formando la condición de posibilidad del gusto en
tanto que nos referimos al sin fin.
Además, en este capítulo que se multiplican las analogías sobre el lenguaje de la naturaleza. Se trata de explicar por qué debemos tomar un interés moral en lo bello en la naturaleza, un interés moral en esta experiencia desinteresada. La naturaleza debe abrigar en sí un principio de acuerdo (Übereinstimmung) entre sus producciones (Producte) y nuestro placer desinteresado. Aunque este sea puramente subjetivo y permanezca apartado de toda finalidad determinada, hace falta que cierto acuerdo reine entre la finalidad de la naturaleza y nuestro Wohlgefallen. El Wohl no sería explicable sin esta armonía. Como este acuerdo no puede ser demostrado por conceptos, debe anunciarse de otra manera.
¿Cómo se anuncia? ¿Cómo se anuncia, dicho de otro modo, la adherencia entre la adherencia y la no-adherencia?[sobre esta cuestión y sobre la del sin de sin-fin, El parergon II, el sin del corte puro, la verdad en pintura] Por signos. Aquí se reconoce el lugar propio, el primer lugar de la significación en la tercera Crítica. Toda significación ulterior dependerá de ello. La naturaleza, entonces, nos anuncia por signos y trazos (que por el momento no vamos a distinguir) que debe tener, acuerdo, correspondencia, concierto, entendimiento recíproco (Übereinstimmung) entre la finalidad de sus propias producciones y nuestra desinteresada Wohlgefalen, precisamente en la medida en que aparece como desnudo de toda finalidad. “Mas la razón interesa por lo mismo que las ideas (por las cuales ella produce en el sentimiento moral un interés inmediato) tienen también una realidad del objeto, es decir, por aquello que la naturaleza revela, al menos por cualquier traza (Spur) o cualquier signo [Wink: signo que uno hace silenciosamente, una señal o el guiño de un ojo, un anuncio breve y discreto en lugar de un discurso.], un principio que nos autoriza a admitir una concordancia [Überstimmung] regular entre sus producciones y la satisfacción que somos capaces de experimentar independientemente de todo interés (y que no conocemos a priori como una ley para cada uno, sin poderlo fundar sobre pruebas). La razón debe, pues, tomarse un interés en toda manifestación (extériorizsation) (Äusserung) de la naturaleza que realiza semejante acuerdo; por consiguiente, el espíritu no puede reflexionar sobre la belleza de la naturaleza, sin hallarse al mismo tiempo interesado en ella. Pero este interés es moral por asociación; y el que toma interés por la belleza de la naturaleza, no puede hacerlo más que a condición de haber sabido unir un gran interés al bien moral (der Verwandschaft nach moralisch).”
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