terça-feira, 10 de setembro de 2019

producido por una facultad cuyo carácter esencial es la ESPONTANEIDAD




la Poética ubica a la mimesis en el origen conjunto del conocimiento y el placer: “ Parece que la poesía debe su origen a dos causas, y dos causas naturales (physikai) . Imitar (mimesthai) es natural (symphyton: innato, congénito) a los hombres y se manifiesta desde su infancia - el hombre difiere de los otros animales en que es muy apto para la imitación (mimetikôtaton) y es por medio de ella que adquiere sus primeros conocimientos (matheseis protas)-, y en segundo lugar todos los hombres hallan placer en las imitaciones (khairein tois mimemasi pantas)”.
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Ahora hay que explicar, para analizar tanto como sea posible una unión (soladura, ensamblaje soudure) tradicional, pues si la Poética asocia el placer y el conocimiento, en el mismo espacio de la mimesis, la tercera Crítica parece disociarlos. Por una parte la unidad del placer y del conocimiento, ya lo hemos visto, no ha sido excluida sino reenviada a la inconsciencia de un tiempo inmemorial. De otra parte, la naturaleza, objeto de conocimiento, habrá de tornarse un arte, objeto de placer; y la belleza natural habrá sido la producción de un arte natural. Un extraño imperfecto (imparfait, el tiempo verbal) señala, lo refiere bien a un “más-arriba-en-el-texto” o a alguna producción originaria. A continuación de un als ob: “ Es sobre este sentimiento de libertad en el juego de nuestras facultades de conocer, el cual debe al mismo tiempo tener finalidad, que reside el placer que solo es universalmente comunicable sin fundarse, sin embargo, en conceptos. La naturaleza era bella cuando se daba a ver simultáneamente como arte (Die Nature war schön, wenn sie zugleich) y el arte no puede ser llamado bello más que si nosotros tenemos conciencia de que es arte mientras es visto por nosotros como naturaleza”. 
La única belleza que queda entonces es la de la naturaleza productora. El arte es bello en la medida en que es producción como la naturaleza productora, reproduce la producción y no el producto de la naturaleza, hasta el punto en que la naturaleza pudo haber sido (fue), antes de la disociación crítica y antes de un olvido aún por determinar, bella. La analogía nos remite al tiempo per-crítico, anterior a todas las disociaciones , oposiciones y delimitaciones del discurso crítico, más viejo incluso que el tiempo de la estética trascendental.
Lo bello refiere la naturaleza productora a ella misma, califica un espectáculo que la naturaleza artista se ha dado a sí misma. Dios se ofrece a sí mismo en un espectáculo como si estuviera encubierto: un theomimo, un physiomimo, por el placer de Dios. Inmensa liberalidad que no puede darse mas que para ser consumida ella misma por ella misma.
Si la economimesis instituye una relación especular entre dos libertades, legible en el juicio reflexionante y en el gustus reflectens, entonces ¿Cómo puede la libertad del hombre semejar la libertad de Dios? ¿Sabemos acaso lo que es la libertad, qué quiere decir libertad antes de pensar la naturaleza como mimesis?¿Antes del pliegue que Dios se da a sí mismo en el espejo?¿Cómo puede la libertad del hombre (en la economía liberal) semejar la libertad de Dios que se asemeja [a] si misma y semeja a sí misma en ella? Ella se le asemeja al no imitarla, la única manera para una libertad de semejarse a otra.
El lugar [passage] de la mimesis no puede proceder por conceptos sino -entre libertades- solamente por los ejemplares con valor reflexionante, producciones cuasi naturales que instituirán las reglas no conceptuales del arte. La instancia original es aquí la figura del genio. Ella capitaliza la libertad pero naturaliza al mismo tiempo toda la economimesis. “El arte bello es el arte del genio [§ 46]. El ingenium es natural es un talento natural, es un don de la Naturaleza [Naturgabe]. Instancia productiva y dadora (donatrice), el genio es él mismo producido y dado por la naturaleza. Sin este don de la naturaleza, sin este presente de una libertad productiva, no habría arte bello. La naturaleza produce lo que produce , ella se produce la libertad y se la da (donne). Al dar reglas no conceptuales al arte (reglas “abstractas del acto, es decir, del producto”) produciendo los “ejemplares”, el genio no hace más que reflejar (réfléchir) la naturaleza, representarla: a la vez como su legado y como su delegado y como su imagen fiel. “El genio es la disposición innata del espíritu (ingenium) , por la cual la naturaleza da reglas al arte” [§ 46].

La regla no-conceptual, legible en el acto y en el ejemplar, no procede de una imitación (el genio es incompatible con el “espíritu de imitación”). El genio no aprende. “Aprender no es otra cosa que imitar”. Más allá del hecho de que con esta última proposición[§ 47] , se retoma el lenguaje de la Poética, la afinidad se confirma además con el hecho de que la originalidad del genio y la ejemplaridad de sus productos deben apelar a cierta imitación. A una buena imitación: una que no repite servilmente, que no reproduce, que evita la falsificación y el plagio. Esta imitación libre de una libertad (la del genio) que imita libremente la libertad divina, es un punto “difícil de explicar”. Las ideas del artista “despiertan”, suscitan, excitan las “ideas semejantes” , vecinas, emparentadas, análogas (ähnliche). El matiz difícil que refiere la buena imitación a la mala, la buena a la mala repetición, se fija brevemente en la oposición entre la imitación y la falsificación, entre Nachahmung y Nachmachung. Lo inasible de esa distinción, que sin embargo lo invade todo, se repite, imita o falsifica en el significante: inversión anagramática perfecta, a excepción de una sola letra. 
Una vez que la naturaleza ha destacado (détache) al genio para representarla y dar sus reglas al arte, todo se ha naturalizado, inmediatamente o no, todo es interpretado como estructura de naturalidad: el contenido del culturalismo empírico, la economía política del arte, sus proposiciones muy particulares, desde  del verso de Federico el Grande hasta los enunciados sobre la escala salarial.
El segundo comentario sobre el salario pertenece al capítulo “Sobre la división de las Bellas Artes” [§ 51]: todo lo que es rebuscado y doloroso debe ser evitado [en las Bellas Artes]; pues el arte bello debe ser arte libre en un doble sentido: no debe , con seguridad, estar bajo la forma de alguna actividad asalariada (Lohngeschäft), un trabajo en el que la cantidad se deja evaluar según una medida determinada, se deja imponer (erzwingen) o retribuir (bezahlen); pero al mismo tiempo el espíritu debe sentirse ocupado, aunque aliviado (apaisé) y excitado sin tener a la vista ningún otro objetivo (independientemente del salario). 
“Por lo tanto, el orador, nos da algo que no ha prometido, a saber, un atractivo juego de la imaginación, pero también ha escamoteado un poco de aquello que prometió y de lo que anuncia como su asunto, a saber: ocuparse del entendimiento con conformidad a un objetivo. Por su parte el poeta promete poco y anuncia un simple juego de ideas, pero efectúa algo que tiene el valor de una ocupación seria, a saber: proveer al jugar de alimento al entendimiento y dar vida a sus conceptos gracias a la imaginación: en el fondo, este da mucho más y aquel menos de lo que promete”.
El poeta está en la cumbre. De manera análoga a Dios, y precisamente por una vuelta del logos: da más de lo que promete, no se somete a un contrato de intercambio, su subordinación rompe generalmente la economía circular. La jerarquía de las Bellas Artes, significa entonces que una potencia/poder (puissance) interrumpe la economía (circular), gobierna y se pone sobre la economía política(restringida). La naturalización de la economía política subordina la producción y el comercio del arte a una trans-economía. 
La economimesis no sufre con ello, al contrario. Se despliega al infinito. Sufre para pasar al infinito. Como el “kantismo” pasa a un “hegelianismo”. Un círculo infinito se juega y se sirve del juego humano para reapropiarse del don. El poeta genia recibe de la naturaleza lo que da, ciertamente, pero recibe primero de la naturaleza (de Dios), además de lo dado, el dar, el poder producir y dar más de lo que ha prometido a los hombres. El don poético, contenido y poder, riqueza y acto, es algo de más (un en-plus) dado como un dar de Dios al poeta que lo transmite para permitir a este plus-valía (plus-value) suplementario retornar a la fuente infinita: esta no puede perderse (Por definición, si tal cosa puede decirse del infinito). Todo ello debe pasar por la voz. El poeta genial es la voz de Dios que le da voz, que se entrega y que al dar se da, se da lo da, se da el dar (Gabe y es gibt), juega libremente consigo mismo, no rompe el círculo finito del intercambio contractual mas que para contratar consigo mismo un pacto infinito. Desde que el infinito se da (a pensar), tiende a soslayarse/disimularse la oposición entre la economía restringida y la economía general, entre la circulación y la productividad extravagante (dépensièr). Esta misma, si puede decirse, la función de paso al infinito: pasaje del infinito entre don y deuda.
En cuanto tal, el poeta da más de lo que promete. Mas de lo que se le pide. Y es más pertenece al entendimiento: anuncia un juego y nos da un concepto. Sin duda es un más-ley (plus-de-loi), pero producido por una facultad cuyo carácter esencial es la espontaneidad.

Jacques Derrida
CONTINUA

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