sexta-feira, 27 de setembro de 2019

Ese es el peligro permanente!


Sí; ese es el peligro permanente, que la multiplicación de los lugares mediáticos afirme su autoridad bajo la forma de la unilateralidad. La violencia no es ya la de la censura -como en otros tiempos o bajo otros regímenes-, sino la de la pasividad, la de la ausencia de respuesta por parte del consumidor. 

 Y el desafío que se me impuso era el de protestar -o el de jugar a la protesta- por esa poderosa máquina lógica. Trataría de luchar contra esa maquinaria terrible intentando producir un texto hecho mediante acontecimientos «biográficos», de modo tal que se resistiese, de todas las formas posibles, a la autoridad de la máquina y la hiciese fracasar.

Así pues, era la «quiebra» del sistema.

Era su fracaso pero también su prueba. Evidentemente, en tal «desafío» y en tal «contestación» no había ni rivalidad ni hostilidad alguna. Era una especie de apuesta amistosa; pero se trataba de demostrar -y Geoffrey Bennington lo sabía, claro está, desde el principio- que en ese théologiciel, en esa especie de «saber absoluto teológico» puesto allí, metido en el ordenador, tenía que haber una apertura, una cláusula que impidiese el cierre. De tal modo que los enunciados singulares, los sucesos, la firma, el nombre propio -lo que se llamaría el presente de la biografía- pudiesen, en un momento, hacer abrir la mandíbula de esa terrible máquina que antes hacía resonar la palabra «contemporáneo»  y ahora resuena solamente la palabra «hoy».

Así es. Los dos tienen en común que plantean la cuestión del día [jour], del hoy en día [aujourd’hui]. De entrada abordan la cuestión diaria del hoy y, además, del qué hacer hoy en día [«qu’allez-vous faire aujourd’hui?» ], que es una frase de Valéry que está muy presente en El otro cabo. Se trata de discutir qué es el día como elemento de la publicidad, de lo público, de su distinción con lo privado, entre lo que aparece siempre y lo que no aparece necesariamente. ¿Cuál es la ley del día o la locura del día como decía Maurice Blanchot?... Es una reflexión sobre el día como elemento de «fenomenalidad» o publicidad, y también como fecha, como actualidad. La decisión, y por tanto la responsabilidad, sean cuales sean los programas o las previsiones, debe ser tomada siempre de modo singular. Esta decisión sólo tiene sentido en la medida en que pueda tomarse singularmente hoy...

Intento tejer naturalmente todas esas cuestiones en un mismo texto que trate de la opinión pública, de los media, del capital y de la capital; y del «otro cabo». Aunque sólo pueda comentar el título, éste da que pensar que ese «cabo» que es Europa debe no sólo abrirse al «otro cabo» -- sino abrirse a «lo otro del cabo». Es decir abrirse a una deriva de la alteridad y de la diferencia que no adquiera ya una forma a la vez dominante, capitalizadora y falocéntrica -ya que el cabo es esencialmente una imagen fálica-. Habría que pensar en la relación con el otro de modo que fuese distinto de la «guerra de los cabos» (por no decir la «guerra de los jefes»), volviendo así pues, siempre, a la misma matriz de los problemas.

Pero las grandes maquinarias mediáticas le prohibirían hoy a usted reconocer a un Joyce, a un Kafka o a un Nietzsche. Ya no habría lectores para este tipo de escritores; y del mismo modo, esa maquinaria vuelve inoperante a los individuos, les priva de su derecho a responder.
Sí; ese es el peligro permanente, que la multiplicación de los lugares mediáticos afirme su autoridad bajo la forma de la unilateralidad. La violencia no es ya la de la censura -como en otros tiempos o bajo otros regímenes-, sino la de la pasividad, la de la ausencia de respuesta por parte del consumidor. Entonces evidentemente la posición que esbozo está presa, y declara estar presa, en una contradicción que asumo: que no conviene, sobre todo, rebelarse contra el espacio mediático. Nunca cederé ante este movimiento, porque de antemano y sobre todo en Europa ha asegurado la democratización de que gozamos, sean cuales fueren los problemas que plantee y los límites que la defina.

Se requieren espacios de mediatización máxima; por tanto se necesitan grandes foros, y ello sin multiplicar deliberadamente espacios minoritarios, marginales y enclaustrados. Pero, al mismo tiempo, hay que equipar espacios de singularidad y de marginalidad. Por muy contradictorio que esto parezca, conviene hacer las dos cosas a la vez, intentando -y esa es nuestra responsabilidad- no ceder a un programa o al otro, sino instalarse en esta aporía aparente, y decidir en esta aporía.

Jacques Derrida
Entrevista

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